Claudia se miraba de frente en el espejo, con la cara a medio cubrir por la cortina oscura del cabello. El espejo reflejó la belleza añeja y perfecta de una esfinge.
Al despojarse del babydoll, con movimientos lentos y sinuosos el frío de la madrugada le erizó dolorosamente la piel. Desnuda se observaba como una mujer pequeña y fragil, mimetizada con el amarillo de los mosaicos del baño.
Deslizó lentamente el dedo corazón de la mano derecha hasta la altura de entre los pechos. Ahí el retumbo de los latidos se introdujo en la mano dando microgiros vertiginosos, la fuerza vital recirculando. La desesperación se asomó inexorable desde sus ojos verdes.
-Tengo que acabar con esto-
Escapa la frase silbada entre dientes, una y otra vez. Parece estar repitiendo un mantra, una oración hecha por una niña asustada.
En el soliloquio el temblor inició en la mano derecha. Los latidos invadieron los oidos, los labios,las pupilas dilatadas.
Los susurros se conviertieron en un gemido ahogado.
- No, por favor-
Con un golpe seco cayó sobre el suelo mugriento.
Los primeros rayos solares se filtraron por la desvencijada persiana.
Claudia lloró sin reservas, mientras su cuerpo convulso se iluminó con la luz solar.
Con un gran esfuerzo pudo arrastrarse hacia la puerta del baño. Su cuerpo perdió proporción, escapando como lo hicieron las ultimas sombras nocturnas.
Cuando abrieron la puerta de la habitacion 101 en vez de una portada de nota roja los policias encontraron la ventana abierta y los murmullos de la ciudad despertando, vigoroso eco de claxones y neblumo.
1 comentario:
Hola:
Veo que apareció la continuación de "Hotel de paso", está muy buena e interesante.
Gracias por visitar mi blog y dejar comentarios.
Que estés bien amiga.
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